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Crecen Tan Rápido

  • Foto del escritor: Andrea Peters
    Andrea Peters
  • 7 jul 2024
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 8 jul 2024


Mientras veía como ponían la cocina de jugar de Maia Valentina, en la camioneta, una ráfaga de recuerdos pasó por mi mente. Y mientras me despedía de los compradores, salieron de mí las palabras que escuché una y otra vez cuando me convertí en mamá, y que nunca pensé que algún día sería yo diciéndolas: Disfrútenlos, ¡crecen tan rápido! 

 

Han pasado aproximadamente 6 años que Maia no juega más con juguetes, excepto cuando hace babysitting. En el loft de mi casa, intactos siguen la mayoría de ellos, entre ellos su cocina de juguete. La veía por mucho tiempo y sabía que era hora de buscarle un nuevo hogar. Le pregunté a Maia si quería poner su cocina a la venta en Facebook Marketplace y que el dinero de la venta sería para ella. Por supuesto, como toda adolescente, que no le caería nada mal un dinero para shopping, la respuesta fue sí. En seguida empezamos a abrir los compartimientos de la cocina y limpiar uno por uno los accesorios que en ella había. Empezamos a dejarla lista para tomarle fotos y postearla en Marketplace.


Mientras sacábamos uno y otro accesorio, aparecían un set de pizza, una pequeña batidora, una cafetera, tasitas, platos, etc. Todos y cada uno de los accesorios tenían decenas de recuerdos para mí. Entre ellos salió un set de tazas de té con una torta rosada cortada en rodajas. Me transporté a ese lugar y tiempo cuando Maia tenía no más de 5 añitos y jugábamos al te. Ella misma ponía una colcha rosada en el piso, armaba las tasitas, ponía jugo de manzana en la jarrita y galletas Goldfish en los platos. Me llamaba para que me sentara con ella, y así las dos nos sentábamos en el piso y jugábamos al té. Sentí un nudo en mi corazón y las lágrimas no se dejaron esperar. Sentí que no podía desprenderme de sus juguetes. Algo tan simple, limpiar los juguetes y postearlos, se convirtió en uno de los momentos más sentimentales que he tenido como mamá. No podía dejar ir aquellos juguetes, los juguetes de mi Cutie Pie.

 

Pasaron unos meses y finalmente posteé a la venta la cocina—después de haberle preguntado cien veces a Maia si de verdad quería venderla. Inconscientemente o muy conscientemente tenía la esperanza de que me diga, Mami, no vendas mi cocina; aún voy a jugar con ella. 

 

Ser padres es una de las experiencias más gratificantes y al mismo tiempo desafiantes. Días de alegría y momentos de orgullo mezclados con días de cansancio, y uno que otro lloro encerrados en el baño… Días de felicidad que quisiéramos detener en el tiempo y largas noches, cuando son bebés, en los que cada segundo se siente como hora. Nuestros hijos, no cabe duda, son lo más preciado, a quienes más cuidamos y queremos proteger. Queremos estar al tanto de todo, aunque hay momentos en que una u otra vacaciones solos no nos caería nada mal.

 

Siempre he pensado que el primer año es el más complicado y lento. Nuestros bebés son tan frágiles, pequeños, recién llegados a este mundo que nos necesitan al 100%, las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Las noches se convierten en días, los días en tardes, y las tardes en días; no hay noches para dormir. Una vez que cumplen el año, empiezan a caminar, poniendo nuestro mundo de cabeza, pero llenándonos de infinitos momentos de inocencia y alegría.

 

Podría describir etapa por etapa, año por año, pero nunca terminaría de escribir. Caminatas en el coche, idas al parque, chequeos médicos, fiestas de cumpleaños, bautizos, el aprender a andar en bicicleta, el primer día de clases, su primer dibujo, las caídas de sus dientes, su primera Navidad, etc. Así mismo, sus primeros berrinches, los primeros enfados, las noches sin dormir, cuando se enferman, las discusiones entre pareja en asuntos de crianzas, entre otros. En general, todo, lo bueno, lo bonito y lo no tan bonito de lo que implica ser padres y la etapa de la niñez, es un conjunto de momentos y emociones que, un abrir y cerrar de ojos, se convierten en recuerdos.

 

Hoy veo a mis dos hijos creciendo, convirtiéndose en dos personitas independientes, cada uno con una personalidad y carácter diferente al otro, más expresivos, y con criterio propio. Sus caritas han cambiado; sus gestos, su voz y su talla ya no reflejan la de esos dos pequeñitos que solían correr por toda la casa y ocupar el 100% de mis días. Mi Cutie Pie y mi Calabacita de Melocotón han crecido.

 

Este escrito se lo dedico a mis hijos, a Maita y Steven, y también a todas las madres de bebés y niños pequeños. A mis hijos, para que recuerden que mamá los ama y que añoro cada momento vivido con ellos. A mis amigas mamás de niños pequeños, sepan que el tiempo no se detiene, y que si aún es cierto la etapa de tener niños pequeños conlleva un sinfín de alegrías y altibajos, es una etapa que pasa muy rápido. En un abrir y cerrar de ojos, nuestros hijos crecen; y crecen tan rápido.

 

A los veinticuatro años me convertí en mamá por primera vez.  Me dedique de lleno a Maia Valentina, y mi hogar. Maia Valentina nació y me dio el privilegio de ser su mamá.

 

Desde bebé salía a caminarla en su coche por los caminos de naturaleza del lugar donde vivía. Maia creció rodeada de naturaleza: caminatas en las mañanas o tardes, idas al parque todos los días. Dentro de casa le encantaba ponerse mi cartera y mis zapatos. Entraba a mi closet y salía con cartera al hombro y mis tacones. Solo se escuchaba el sonido de los zapatos toc toc toc y ya sabíamos que era Maia quien estaba en mi closet.

 

Mientras crecía, caminábamos y ella agarraba las flores del camino. Cada caminata, regresábamos con flores. Desde allí mi Cutie Pie se convirtió también en mi Florecita Silvestre. 

 

¿Y qué decir de Steven Valentino, quién llegó a nuestras vidas a demostrarnos la dulzura y sensibilidad de su alma y hacernos reír con sus ocurrencias? Steven llegó a nuestras vidas cinco años después que Maia. Con Steven aprendí a no dormir en las noches. De bebé, se levantaba cada tres horas. Al contrario de Maia, que dormía desde las 9 pm hasta las 6 am del siguiente día. 

 

Hoy, todos estos recuerdos y más, pasaron por mi mente en unos segundos. Mientras una pareja de compradores, entusiasmados, me decían cómo la cocina era para su hija de seis años y el hermano menor. Habían visto la cocina posteada en Facebook y les gusto y era un super buen deal. Maia me ayudó con los accesorios, los empaquetamos y los entregamos. Y ahí mientras entregaba los juguetes sentía como estaba cerrando un ciclo más en la vida de mis hijos, especialmente en Maia. 

 

Maia Valentina, no importa cuánto crezcas, cuánto tiempo pase, siempre serás mi Cutie Pie, mi Florecita Silvestre, mi Chiquitita de Amor. Ayer, hoy y siempre. Cuando te veo, Maita, veo a una niña pequeña con churitos en su cabello que le encantaba estar pegada como un chicle al lado mío. Te veo convertida en una señorita y creciendo y me siento muy bendecida de tenerte como hija y muy orgullosa de ti —eres una niña muy inteligente capaz de lograr lo que te propongas. Espero que algún día no tan muy lejano sepas entender que mi intención todos estos años, especialmente en la adolescencia, no ha sido sino más que guiarte, con el amor de mamá y la preocupación de cuidarte y poder prepararte para la vida cuando decidas emprender tu propio rumbo. Le pido al Señor te de sabiduría a ti y a tu hermano, y los llene de su paz y amor. Que el Señor los camine de su mano, protegiéndolos y bendiciéndolos.

 

Steven Valentino, mi Calabacita de Melocotón. Siento que aún eres mi bebé porque solo tienes diez años; estás aún en Elementary y te veo aún jugando con tus juguetes. Siento que eres mi bebé. Que tu alegría siempre esté en tu corazón, y es mi deseo que siempre recuerdes que todo lo que sueñas lo puedes conseguir. Eres capaz de cumplir tus sueños y más.

Me tomó algunos meses poner en venta la cocina, desempolvar los recuerdos, pero sé que los llevo por siempre en mi corazón. Años después soy yo la que les decía a aquellos padres al llevarse la cocina: ¡disfrútenlos tanto, porque crecen tan rápido! Y como cosa de la vida, me animé a terminar este escrito, hoy Julio 7, el día en que celebro la llegada de Maita dieciséis años atrás, un día como hoy.

 

 

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